miércoles, 6 de octubre de 2010

Los cambios de mi vida gracias a la tecnologías


Las tecnologías. Nos llevan acompañando toda nuestra vida. En el caso de mi generación, ya nacimos con ellas. Incluso se podría decir que yo nací gracias a la tecnología.
Mi madre fue al hospital a parirme, y allí hubo muchos médicos y enfermeros, con aparatos, que supervisaron que todo fuera de manera correcta. Y, por lo que parece, salió bien. Hasta la leche que tomé después del pecho de mi madre estaba tratada con aparatos, cada vez más modernos.
Ahora que me paro a pensarlo, recuerdo como era la televisión de mi primera casa. Una de estas grandes, con la caja negra de atrás, y una pantalla a la que de vez en cuando (parecía que tenía vida propia) se le iba la imagen, pero no porque se fuera la señal, como diríamos ahora, sino porque los circuítos fallaban, de vieja que era.

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Los radiadores eran también antiguos, de los que están muy salidos de la pared, blancos, con los tubos de la calefacción. Y, por supuesto, algo que nunca ha faltado en mi casa, el ordenador. El teclado hacía mucho ruido cuando lo pulsabas; la pantalla llevaba un plástico duro y grueso como protector; y la torre, al arrancar, hacía también un ruido descomunal. Recuerdo sobretodo que mi padre lo usaba para jugar a juegos de estrategia, y los disketes, también los recuerdo.
Bueno, ya iba al colegio y, no recuerdo qué curso fue pero, si la impresión que me dio al ver que había una imagen fuera de una pantalla, proyectada en la pared, y que si te ponías delante, la imagen añadía tu sombra, y dejaba de verse donde tú te colocabas. El proyector. No recuerdo el aspecto que tenía, pero sí sé que no era como el que hay en esta misma clase, y menos con un mando a distancia. Luego me enteré que era lo mismo que se usaba en los cines, pero  a gran escala.
Y llegó mi primer móvil a los 11 años. Mi padre me lo dio para que le llamara cuando quisiera. Era un ladrillo, dicho coloquialmente. Un Nokia de color morado, con la pantalla en blanco y negro, muy pequeñita, y una tapa que, cuando la habrías, dejaba al descubierto unos números pequeños y negros. Me sorprendí cuando descubrí que no hacía falta que me aprendiera los números de memoria, porque tenía una agenda para guardarlos. Me llegan a dar en ese momento un móvil como los de ahora y creo que no habría cabido en mi del asombro.

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Poco después, debido a mi pasión por la música, me regalaron un… no sé cómo llamarlo, lo llamaré lector de CDs de Música. Yo era feliz. Sólo me molestaba que no me lo podía llevar por ahí, porque era muy grande y no me cabía en los bolsillos, y como no llevaba bolso, pues sólo podía escuchar mi música en casa.
Para ésta época mi padre ya tenía un coche que podría entrar dentro de lo moderno, y menos mal. El primer coche que yo conocí era viejillo ya en el 2000, 17 años creo que tenía. Hice un solo viaje de Madrid a Almería en ese coche, y recuerdo que nos tuvimos que parar como 5 veces porque se sobre calentaba, y además en mitad de la autopista.
Luego fueron llegando nuevos móviles, nuevos mp3, incluso lavadoras que hacían menos ruido, aunque la mía aún se tambalea bastante.
Ahora estoy trabajando con el que es el ordenador más moderno que he tocado en toda mi vida: está él entero dentro de una pantalla. Y todo ello mientras el profesor nos explica cómo es una torre por dentro.

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